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Entre los dueños de negocios, suele despertarse una pregunta recurrente: ¿Cuánto vale mi empresa? La respuesta no es fácil y para llegar a una cifra certera hay muchas estrategias para calcularla. La fórmula más sencilla es la que apela al sentido común, según el cual el valor de un bien es el precio máximo que esté dispuesto a pagar un hipotético comprador. La frase no es del todo cierta, aunque muchas veces es la que termina primando cuando al propietario de ese bien lo apura la urgencia o necesidad.
Para calcular cuánto vale una empresa, primero es necesario comprender la diferencia entre su valor y su precio. Este último es el que un comprador pagará formalmente. Sin embargo, en la práctica, casi nunca se corresponde con el valor real y es que éste conlleva un componente de subjetividad. Por ejemplo, cuando Facebook compró a WhatsApp por US$ 21.800 millones, la empresa adquirida estaba por ser comprada por Tencent, una firma china, por ‘apenas’ unos US$ 9.000 millones, según la revista Bloomberg Businessweek. La empresa de Mark Zuckerberg duplicó el precio porque consideraba al servicio de mensajería una amenaza a sus propios negocios.
Una vez comprendida la diferencia entre valor y precio, es necesario preguntarse el objetivo de la valuación de la compañía. Suele haber cuatro motivaciones: venderla, utilizar el valor de la firma como aval para conseguir financiamiento o un contrato, colocar acciones en el mercado de capitales o bien compensar a un socio que está buscando salirse del negocio. A continuación, los tres modelos más utilizados para valuar una compañía:
Este método suele ser utilizado por empresas con predominancia en bienes tangibles, como vehículos, máquinas o inmuebles. Consiste en revisar los balances y toma en cuenta el patrimonio neto de la empresa en la valuación. Para calcularlo, se toman los activos de la empresa (aportes de capital de socios, bienes tangibles e intangibles y stock, entre otros) y se le restan los pasivos (deudas por créditos y cuentas por pagar, entre otros). El valor contable resultante, es decir, el patrimonio neto, será el que corresponda pagar por su compra.
Este método suele utilizarse para empresas en quiebra o cuando hay una necesidad urgente de venta. Consiste en sumar el valor de los activos, no por su valor teórico, sino por el precio que valida el mercado; es decir, a cuánto podría venderse el bien en un contexto determinado. A ese número se le suman otros activos líquidos y se le restan las deudas por pagar. El resultado será el valor del negocio.
En este caso, se prioriza la rentabilidad del negocio o su flujo de dinero más que los activos físicos. Es el método que suele elegirse al valuar un fondo de comercio, ya que el valor económico de sus bienes tangibles (stock de mercadería y mobiliario, entre otros) suele ser marginal en relación a la proyección de ventas y otros activos como la marca, la ubicación y la clientela. Para calcularlo, es necesario evaluar la rentabilidad y la facturación del negocio en los últimos años, estimar la cantidad de clientes, realizar una proyección de demanda y ventas, y valorar aspectos como la ubicación del comercio y la marca.
Si bien hay varias fórmulas para calcular el precio de acuerdo al valor de ventas, en casos de un comercio, se recomienda multiplicar las ganancias mensuales proyectadas por entre 9 y 12. Es decir, el comprador del negocio deberá recuperar su inversión al cabo de un año o menos. Este coeficiente puede llegar a multiplicarse por hasta 24 en caso de inversiones de largo plazo o cuando haya activos intangibles valiosos, como es el caso de tecnológicas o marcas reconocidas.
Calcular el valor y precio de un negocio es una excelente manera de valorar el trabajo diario de una compañía. Además, permite repensar las estrategias de crecimiento y orientarlas a aumentar el valor de la firma.