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La idea es sólida y clara, los potenciales clientes la aceptan, la rentabilidad es suficiente para llegar al punto de equilibrio en un plazo razonable y la pasión por emprender está intacta. El escenario parece ser el ideal para adentrarse en nuevo negocio o potenciar el ya existente. Sin embargo, está faltando un pilar esencial para afrontar los primeros años de la empresa: el financiamiento. Este punto suele ser dejado de lado, a veces por desconocimiento acerca de la necesidad de contar con capital o los requisitos necesarios para acceder a un crédito.
La evidencia indica que el financiamiento tiene múltiples beneficios para quienes transitan los primeros años del negocio. No contar con capital o no saber administrarlo en el tiempo suele ser costoso para quienes emprenden. De hecho, según cifras de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), siete de cada 10 nuevos emprendimientos iniciados en el país cierran antes de cumplir tres años de vida. La deficiente ‘espalda financiera’ es la causa principal de esto. La supervivencia no sólo es difícil por la falta de acceso al crédito, sino por la insuficiente capacitación al respecto para acceder al capital a un costo razonable.
El temor a endeudarse también suele jugar en contra. Por eso, conocer cómo y por qué es clave acceder al financiamiento, es un imperativo para hacer crecer un negocio. En principio, una ventaja de pensar en financiarse es que obliga a pensar objetivos mensurables de ventas, lo que servirá como ‘Norte’ a la hora de encarar la empresa. Ya sean bancos o un inversionista, quien ofrezca el financiamiento obligará a pensar en cómo se hará rendir ese dinero en el tiempo. No se trata de pedir créditos para saldar deudas o financiar gastos comunes, sino para apalancar una idea y hacerla posible desde un comienzo.
El dinero es clave para nacer o hacer crecer el negocio porque obliga a ser productivo. Pedir un préstamo para una máquina que produce el doble o el triple de un producto o financiar el capital de trabajo que permitirá tener un equipo de ventas activo y generador de negocios son algunos de los ejemplos de cómo el financiamiento puede hacer crecer una compañía. Otro uso útil del financiamiento en los primeros años del negocio es libertarse de deudas de corto plazo con proveedores y dar cierta previsión a los flujos de efectivo. Trabajar sobre este punto es clave para poder concentrarse en el negocio y no estar preocupado por vaivenes no económicos, sino financieros. Uno de los problemas más comunes en los primeros años del negocio es tener poco dinero de caja disponible. Y no precisamente porque caen las ventas; sino lo contrario, porque aumentan. Esto sucede porque, al incrementarse la demanda, la empresa debe pagar a sus proveedores para producir artículos que todavía no ha vendido. Contar con capital en este momento permite financiar este aumento de la producción, que finalmente en cierto plazo dejará un rédito.
El financiamiento en los primeros años del negocio también tiene un beneficio en el largo plazo. Es que las entidades financieras tienen en cuenta los antecedentes comerciales a la hora de prestar, por lo que será una ventaja iniciarse cuanto antes en una relación con quienes aportarán el capital. Estos, además, suelen requerir información que será útil a la empresa. Por ejemplo, los planes de negocios, que ayudan a clarificar los objetivos del proyecto, identificar los actores claves -inversionistas, proveedores, recursos propios- y controlar mejor los procesos internos.
Saber tomar riesgos en forma responsable -ya sea solicitar un crédito o dejar un trabajo en relación de dependencia- es una condición indispensable para cualquier emprendedor y símbolo de confianza en sí mismo o en la idea. No es un punto menor, ya que el convencimiento personal es el primer paso para encarar cualquier negocio. Después de todo, ¿quién confiaría en una idea si el mismo emprendedor no está dispuesto a tomar riesgos por ella?